jueves, 13 de noviembre de 2008

Bon voyage texto por Cynthia Rodríguez



Elizabeth Onofre está enamorada. Verdaderamente enamorada. Y su amor la ha llevado a realizar muchas cosas, a cambiar patrones en su vida y a llegar a lugares inimaginables.
Está enamorada del arte, de las aves, de los árboles, de la gente, de la infancia, de la música, de la vida.
Esta exposición está llena de productos derivados de este amor desmesurado. Imágenes realizadas con suma destreza combinando tinta china con marcadores brillantes. Impresiones aparentemente triviales pero con suma dedicación manual y mental. Anécdotas que, por más locales que parezcan, tienen alguna extraña conexión con nuestras experiencias personales.
Desde mucho antes de que el neo-naïve se pusiera inexplicablemente de moda, Elizabeth - o Laiza, como suelen llamarle - daba rienda suelta a su imaginación en sus libretas de bachillerato y en pequeños obsequios para sus más fieles amigos. Pero fue al comenzar la Licenciatura en Artes en la Universidad de Monterrey que su portafolio se expandió más allá de la mera afición y de la común actividad de matar el tiempo. Como esponja, absorbió técnicas de grabado, pintura e ilustración, y comenzó a aplicar este aprendizaje incluso en proyectos extracurriculares, enamorándose más y más al hacerlo.
Entre estos trabajos podemos contar, casi paralelamente, su núbil pero fructuosa carrera musical. Laiza ha dejado su huella en la escena independiente regiomontana a través de la agrupación experimental Uvi.Lov y de su acto solista de folk bajo el pseudónimo de Celesta en la Cesta. Aquí logra el vínculo entre las artes visuales y la música al encargarse de las portadas de sus propios discos.
Después de varias exhibiciones colectivas e individuales por la ciudad y sus alrededores, la alumna ha decidido cambiar de aires por un rato y estudiar el próximo semestre en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Como todas las situaciones que involucran un choque cultural, esto probablemente cambie drásticamente la forma en la que ve y retrata la vida, pero no disminuirá su amor por ella. Pase lo que pase, su obra será sumamente enriquecida y nos toparemos con una Elizabeth Onofre distinta a la que tenemos frente a nosotros en esta muestra, en parte retrospectiva, y en parte despedida.
Pero debemos recordar que ningún adiós es para siempre. Y permanecer en vigilia para un fabuloso retorno.

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